miércoles, 24 de agosto de 2016

Ronnie Burk, “Soapbox”, Ernst...


En un mundo regido por canallas, y donde la “gente corriente” que todo lo acepta adopta cada vez más el comportamiento de muñecos en vez de personas, bueno es recordar a individualidades rebeldes y generosas como Ronnie Burk, a quien dedicamos ya en este blog una nota de reseña del libro que recogía sus escritos. Esta especial celebración tiene lugar el próximo 7 de septiembre:

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Sin descanso estival, Soapbox lanza sus números 59, 60 y 61:

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Nueva edición de La femme 100 têtes:

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Un signo de la decadencia de los tiempos lo tenemos en el curso de Cerisy dedicado este mes a André Breton. Si en 1966 había un espíritu de envergadura como Ferdinand Alquié para organizar un coloquio memorable, donde incluso participaron los componentes del grupo surrealista parisino, cincuenta años después el discurso universitario se lo come todo, y hasta hemos visto a un profesor emérito disertar sobre lo que él llama la “eventual actualidad” de André Breton, para considerar que el “realismo” de Louis Aragon es más “interesante”, más “difícil”... y hasta más “valeroso” que el surrealismo bretoniano. Para quien tenga aguante académico (yo hace mucho que lo perdí), remitimos a la página de resúmenes, la cual, por mucho que incluya alguna que otra intervención de mérito (Sebbag, Devésa, Susuki), no puede compararse ni remotamente al encuentro de 1966, muchos de los trabajos actuales o conferencias como la citada poseyendo para el surrealismo el valor de la raíz cuadrada de cero.

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Ni que decir tiene que en el ámbito periodístico las cosas son aun peores. Un ejemplo especialmente perverso, protagonizado por un capullo cualquiera, lo ha señalado recientemente Jean-Pierre Lassalle:
En un artículo del Figaro del 21 de junio de 2016, puede leerse, a propósito de la actitud de Hitler sobre Jesse Owens, campeón deportivo, triunfador de la final de 100 metros en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, norteamericano pero black, que el periodista califica el gesto de Hitler con estas palabras: «una rabia que se traduce por un rechazo surrealista de dar la mano al vencedor». Así, el gesto imbécil y odioso del dictador racista deviene un gesto surrealista. No se puede ir más lejos en la desviación de las palabras.”