martes, 12 de mayo de 2015

Delvaux en Madrid

Paul Delvaux, Crucifixión, 1954

Tras cerrar en enero en el Musée d’Ixelles de Bruselas una gran exposición sobre Paul Delvaux, hasta el 7 de junio continúa otra, más reducida y esencial, en el madrileño Museo Thyssen-Bornemisza.
Aunque Delvaux procede de Chirico (el giro radical en su obra se produce en 1934, cuando lo descubre en la exposición “Minotaure” de Bruselas), queda de él a años luz, en gran parte por las figuras de sus cuadros, que generalmente mejorarían sin ellas, aunque también por su factura académica. Vio el surrealismo sobre todo como una corriente pictórica, y a la anécdota referida por Marcel Mariën (cómo, en una ocasión, accedió al deseo de un rico coleccionista que le pidió quitara de un cuadro dos personajes que no le gustaban, mostrando quizás el coleccionista más discernimiento que él), se suma ahora una de la que nos informa el catálogo: cómo dividió en dos el cuadro El incendio para que no resultara escandaloso, dado su contenido prostibulario. Sin embargo, Delvaux escandalizó algunas veces, y es muy sabrosa la anécdota del cardenal Ricci (futuro Juan XXIII) indignado al ver su Crucifixión, en que los personajes de la sacrosanta escena cristiana aparecen convertidos en esqueletos. Su gusto por los esqueletos recuerda los dibujos de Bécquer, quien hasta tiene, como él, un duelo entre ellos.
Uno de los encantos de su pintura es la fascinación por el mundo de los trenes, arraigada en la infancia para llegar hasta a ponerse a pintar con frecuencia en la estación de Luxemburgo. En El viaducto, que se encuentra en depósito en el Thissen, no hay figuras:

Paul Delvaux, El viaducto, 1963
El pequeño catálogo está muy bien, y lleva buenos textos de Laura Neve y José Jiménez.
“Durante mucho tiempo la soledad y el silencio fueron la osamenta de mis cuadros. Nada cambia que haya personajes, pues para mí solo son meros figurantes”.