miércoles, 17 de septiembre de 2014

"L’Or aux 13 Îles", n. 3


Nada más adecuado a una revista como L’Or aux 13 îles que esta cubierta de fuegos artificiales asociados a la sabiduría mántica de los caminos de las manos que poéticamente escriben, pintan, aman, modelan, extraen sonidos de los más variados instrumentos musicales... Se anuncia en esa cubierta un denso homenaje a Alan Glass, que abre la revista tras la presentación de Jean-Christophe Belotti, gracias a quien ya disponemos de tres números de la que puede considerarse, con Debout sur l’Œuf, la más bella revista del área surrealista en las últimas décadas, y que recuerda a Minotaure en la plasmación lujosa de la riqueza de lo imaginario, sin que tampoco falte, por supuesto, la riqueza de pensamiento, como tenemos ya desde las incitantes palabras de Belotti.
Alan Glass ya no es “el más desconocido de los surrealistas”, como dice Alain Joubert en su fino artículo, y no lo es desde que se le dedicara en la colección Phares uno de los mejores dvds de una colección que poco a poco ha ido naufragando y perdiendo la categoría de “excepcional” que le otorga el mismo Joubert. Además, en México le consagraron una gran monografía, aunque de esas que hacen las instituciones públicas y que luego ni saben distribuir (un colmo reciente: la exposición de Iván Tovar en la Fundación Granell, cuyo catálogo era imposible conseguir in situ porque se habían mandado todos a la República Dominicana). Por suerte, este fantástico dossier es más asequible, dando cuenta de la actividad de uno de los grandes espíritus del surrealismo, al que Alan Glass ha permanecido fiel toda su vida. Aparte los textos de Alain Joubert (hay también su relato erótico “La perla fina”, una de las “misivas lascivas” del catálogo Éros, acompañando dos creaciones con perlas), tenemos el breve poema de Alejandra Pizarnik dedicado a él y titulado “Árbol de Diana” (“En la jaula del tiempo / la dormida mira sus ojos solos // el viento le trae / la tenue respuesta de las hojas”), un texto de Leonora Carrington “a Alan” y unas páginas con el libro-objeto La unidad de lo múltiple de la misma Leonora (poema) y el artista (grabados). El Proyecto de monumento a la memoria de Brillant-Savarin, autor de la Fisiología del gusto, o sea del primer tratado de gastronomía, se acompaña de uno de los grandes textos de Remedios Varo: su “Receta para provocar sueños eróticos”, receta que sus muchas estudiosas antisurrealistas debían poner en práctica, para dedicar su tiempo a soñar eróticamente, más que a escribir asnadas sobre André Breton.
Dos de las obras reproducidas conciernen precisamente a Breton: El festín de los grandes transparentes y Hacia el oro del tiempo (Tributo a André Breton), que es de 2002 y vemos aquí:


Unos poemas de Roger Renaud suponen el reencuentro poético con un escritor a quien debemos ensayos absolutamente excepcionales en el Bulletin de Liaison Surréaliste y en La civilisation surréaliste y cuyos poemas de 1969 a 1974 fueron reunidos en 1995 con el título de Humeurs de cendres rumeurs du sang. Hay que agradecer a L’Or aux 13 Îles este reencuentro, que viene en la secuela de las magníficas respuestas dadas por Renaud a la encuesta sobre la exaltación, contenidas en el n. 1 de la revista.
Mauro Placì presenta los sorprendentes dibujos de un muchacho de siete años, Alexandre Cattin, quien, llevado de un “vértigo ornitológico”, inventa los “tansortas”, los “arcrovariables”, los “narduelis”, “mariposas-hadas”, etc. Un largo poema de Placì se inspira en estos dibujos, que también son presagios siniestros para “los denominadores comunes”, para “los demoledores de la vida”, para “los constructores de prisiones psicológicas”, para “los profesores en su trono de hierro”, para “los despreciadores del sueño”, para “las fuerzas del orden”, etc.
Pero la contribución extraordinaria de Mauro Placì a este número es un artículo capital sobre Rimbaud, y baste decir que si se hubiera publicado en tiempos de ese gran rimbaldiano que era Mário Cesariny, ya yo se lo hubiera hecho llegar a su domicilio. “Rimbaud, modernidad por contumacia”, es un ataque necesario a la apropiación “moderna” del más salvaje poeta del siglo XIX, y que yo sitúo por encima de todos los de cualquier época. Mauro Placì denuncia el “festival de buena voluntad” que ha consistido en falsificar la obra de Rimbaud con miras a convertirlo en inofensivo, a aseptizarlo con el sello de lo “moderno”, cuando en Rimbaud esta noción, como demuestra Mauro Placì, aunque ya lo supiera quien no se haya querido engañar, es totalmente negativa. Huir de lo moderno, o socavarlo, es lo único que puede interesarnos, y Rimbaud es a la vez antimoderno y revolucionario, la negación absoluta del “confort” de Occidente, de sus principios fundacionales y ecuménicos y de todo conformismo. El admirable trabajo de Mauro Placì, sólidamente documentado, se abre con una valoración del “silencio” rimbaldiano, convertido por algunos en “verdadero acto de consagración de los sacrosantos valores modernos”, y refuta en seguida la lectura que hace Yves Bonnefoy de “Saldo” como la “liquidación de todas las esperanzas de Rimbaud” (lo mismo diría Jose Pierre, y con la misma intención de conducir el pensamiento rimbaldiano a una resignación final). El texto de Mauro Placì es capital porque viene a cercenar todas las interpretaciones que han privilegiado esa supuesta liquidación, prefiriendo apoyarse en unas palabras de René Char: “Rimbaud es el primer poeta de una civilización aún no aparecida”, a lo que Placì añade: “Esa civilización no es la nuestra y sin duda no aparecerá jamás”. ¿O es la civilización que ha intentado e intenta encarnar el surrealismo, en su desafiante postura, como era la de Rimbaud, de “un rechazo sublime, altivo y puro de todo compromiso”?


Las páginas de Joël Gayraud son un recuerdo a Jacques Le Goff y Le cachet de la poste, libro muy celebrado en que se describían los itinerarios de la década 1989-1999. Aquí se describe un trayecto en el otoño de 2002, que viene a ser como una posdata al libro de Le Goff. Su propuesta aparece aquí rodeada por algunas cartas del tarot y con las señales del paseo, que se continúan en las páginas siguientes de esta aventura que tuvo la suerte de contar con un Gayraud que la relatara, “arrastrados en la espiral del encantamiento”. Apasionante, y para leer, no para contarlo yo aquí.


Como es sabido, Bruno Montpied, en su interesantísimo blog “Le poignard subtile”, se afana exitosamente por colocar “pasarelas entre el arte popular, el art brut, el arte naïf, el surrealismo espontáneo y el arte inmediato”. Centrado en su país de acción, Francia, hace ansiar indagaciones paralelas, y cuánto hubiera dado yo tener otra vida para ocuparme del país que mejor conozco, Portugal, donde pude en otros tiempos hacer algunos descubrimientos pasmosos (hasta llegué a tratar. al norte de Oporto, a un ceramista de fantasía, especialista en demonios, que se llamaba... Mistério). En este número de l’Or aux 13 Îles, Montpied –que ya en el n. 1 viajaba a las construcciones fabulosas del abad Fouré y en el 2 recorría “el reino paralelo” de una fascinante colección de “arte inmediato”– dedica un reportaje al ya desaparecido matrimonio Beynet y sus “botellas maliciosas”, que no pueden sino gustar a los “amantes de la poesía ingenua”. Aunque no sea frecuente esto de pintar las botellas, podemos recordar a Magritte, una reproducción de las cuales (la del cielo estrellado con el antifaz de cúmulos diurnos) tengo yo siempre a la vista. Los Beynet no anunciaban ni vendían sus botellas, que, como vemos aquí, colgaban del techo para que el curioso las hiciera girar o girara en torno a ellas. El erotismo no falta, o no estuviera presidiendo el Diablo todo el cotarro.
Si hace poco tiempo hablábamos de lo en falta que se echaba el humor lúdico y mistificador de la Encyclopédie Da Costa, he aquí que nos topamos en nuestra revista con una serie de artículos de otra enciclopedia, la dirigida por el profesor Glaçon, personaje de la misma familia que el profesor Canterel, ya que se nos lo presenta como una “personificación de la imaginación”. La enciclopedia, con música, películas, textos e imágenes, parte de la premisa de que “el verdadero saber, el verdadero conocimiento, no existen más que en la imaginación de cada uno”. De los 36 volúmenes que componen la enciclopedia del profesor Glaçon, se da aquí tan solo un compendio de musicología imaginaria, en concreto sobre la guitarra automática. El maestro de ceremonias es François Sarhan, a quien se deben también las numerosas ilustraciones.
La música está presente también con un disco compacto de Bonadventure Pencroff (nombre de uno de los cinco náufragos de La isla misteriosa de Julio Verne). Instrumentistas bretones y de Chicago, estos tanto de la música electrónica como del llamado jazz libre (noción que nunca me ha gustado, porque el jazz es libre desde que empezó a soplarlo Buddy Bolden, y libre ha seguido siendo siempre), aúnan fuerzas para “experimentar imaginarios, para tomar lo imaginario como un bajel”. Pero sobre esta singladura nada tengo yo que decir, ya que, al igual que me ocurrió con el disco de Patricide y con el de La chasse à l’objet du désir, a duras penas llegué a terminar la primera audición. Pero quede nueva constancia del interés musical que ha ido acrecentándose recientemente en el surrealismo y sus alrededores más cercanos.
El extracto del guion inédito “Los insectos” de Jan Svankmajer (pero antiguo, de 1971) y unas cuantas reseñas completan este número. Las reseñas son sobre el propio Svankmajer y sobre Jan Krizek por Bertrand Schmitt, sobre Stanislas Rodanski por Jean-Christophe Belotti y sobre Laurent Albarracin por Anne-Marie Beeckman. El de Svankmajer se ocupa de Dimensions of dialogue, obra que Bertrand Schmitt llevó a cabo con la colaboración de Frantisek Dryje, Ivo Purs y el propio Svankmajer, en un intento (logrado) de mostrar todos los recovecos de la obra y del pensamiento del cineasta checo saliéndose de los lugares comunes a que su divulgación ha llevado en ocasiones. En su reseña de Éclats d’une vie, Belotti destaca la gran labor de desciframiento, de presentación y de edición que viene haciendo François-René Simon para la plena recuperación de una obra tan decisiva como la de Rodanski. Anne-Marie Beeckman reseña Le secret secret, poemario de Albarracin en Flammarion y Bertrand Schmitt la exposición y el catálogo de Jan Krizek, ya en “Surrealismo internacional” comentados una y otra.
Y para acabar con música, he aquí un espectáculo musical de François Sarhan, hace cuatro años: