lunes, 17 de junio de 2013

Un dossier André Breton

La revista Histoires littéraires, en su n. 53, correspondiente al primer trimestre de 2013, dedica un dossier a André Breton.
Aparte el trabajo de Georges Sebbag (“Aragon y Breton, un proyecto filosófico”), rama de Potence avec paratonnerre, lo más interesante de este dossier es el “Viaje al centro del grupo surrealista” de Jean-Pierre Lassalle y el estudio sobre Breton y Babinski realizado por tres neurólogos.
Jean-Pierre Lassalle, siempre refiriendo anécdotas muy jugosas de un grupo al que perteneció, enumera y comenta los cinco “procedimientos” que a su juicio daban cohesión al grupo: el café, los juegos, las creaciones en común, las declaraciones colectivas y las excursiones, estas últimas pocas para lo que podía haber sido, y en los años 50 y 60 casi que reducidas a la visita al llamado desierto de Retz y a las idas estivales a Saint-Cirq-la-Popie, donde Breton y sus amigos se resarcían de la gran urbe. El apartado tal vez más sugerente es el dedicado a las declaraciones colectivas, ya que Lassalle señala dos escollos no siempre evitados: algunos tracts que con el tiempo nos resultan banales (aunque aquí entran en juego las inevitables discrepancias de juicio) y los textos que le llegaban al grupo desde fuera y a los que se adhería con alguna pérdida de su intransferible visión de las cosas, como es el caso de la “Declaración sobre el derecho a la insumisión” (en la guerra de Argelia), que partió de gente tan inquietante como Sartre y amigos y Marguerite Duras y amigos, “aliados dudosos que odiaban al surrealismo en secreto”, y que en ningún momento denunciaron las atrocidades que por su parte cometía el Frente de Liberación Nacional.
Al final de su artículo, Jean-Pierre Lassalle escribe que, después del 69, el surrealismo “se ha subdividido, casi hasta el infinito, en una multitud de pequeñas gotas, no sin conservar un poder de inseminación planetario que es un misterio y por el que el surrealismo escapa al tiempo, un poco como ocurrió antaño con el romanticismo”.
El otro trabajo de gran interés que incluye este dossier es el dedicado a las relaciones entre Breton y Babinski, gran neurólogo con quien estuvo Breton haciendo prácticas médicas en el año 1917, y famoso por haberle predicho... un gran futuro como médico. Los tres neurólogos que se han encargado de este sólido estudio caracterizan la actitud bretoniana hacia Babinski como hecha de “admiración y distancia”, lo segundo en gran parte porque Babinski reducía la histeria a la sugestión, y lo primero hasta influyendo en la elaboración del automatismo. La sorpresa se produjo cuando Breton descubrió, ya en los años 50, que Babinski, con el seudónimo de Olaff, había intervenido como consejero científico en Les détraqués, la obra de teatro de que se ocupa con fascinación el fundador del surrealismo en Nadja. Babinski incluso asistió al estreno de la obra, disfrazado con una barba postiza...
El resto de los trabajos son los siguientes: Elsa Adamowicz, “El ojo de Breton: entre la máscara y la pluma”; Alain Chevrier, sobre los juegos dialógicos; Christina Rudosky, sobre Melmoth y Uli, los dos perros de Breton, y su relación con su “colección”; Henri Béhar, sobre el interés de Breton por las gacetillas periodísticas y su gusto por los álbumes de recortes; Jean-Claude Blachère, “¿Xenófilo o caníbal?”; Michel Bernard, sobre los nullax, o sea las palabras ausentes en la obra bretoniana, en un trabajo informático que puede tener algún sentido, aunque no el de saber, por ejemplo, que Breton no utiliza nunca la palabra “tía”, seis la palabra “tío” y tres la palabra “sobrino”; y Constance Krebs, sobre el estudio de Breton tal y como es accesible en la página andrebreton.fr, que sin duda, contrariamente a lo que ella afirma, no es el “museo ideal del surrealismo”, sino en todo caso solo el de André Breton.
Buenos trabajos en general, y un dossier, presentado por Henri Béhar, al que no se puede negar la seriedad, sin los tópicos ni tonterías de costumbre.