lunes, 24 de junio de 2013

Edward Bullmore o el surrealismo en Nueva Zelanda


Hikurangi 15 (c. 1965)


Que el surrealismo ha llegado a los lugares más insospechados, es una evidencia. Unas veces hasta forjándose grupos en esos lugares; otras, gracias a la receptividad de algún espíritu aislado.
En Nueva Zelanda, Edward Bullmore es una figura prematuramente desaparecida (1933-1979) y muy poco conocida fuera de sus fronteras, pese al interés de su obra pictórica y escultórica.
Aunque su filiación surrealista arraiga a fines de los años 50, la consolidación de su surrealismo solo se produce con motivo de su viaje a Londres, y en particular con su participación en la exposición de Exeter “The enchanted domain”, considerada hoy un hito en la aventura surrealista británica. Tres obras muy representativas de su quehacer –entre ellas The table leg that went for a ride, que vemos aquí, ejemplo de su reciclaje de muebles– participaron en dicha exposición, que tuvo lugar en 1967. La década londinense de Edward Bullmore coincidió además con una época de grandes convulsiones, y de una gran riqueza cultural, o sea, contracultural.


The table leg that went for a ride (1967)

Al regresar a su país, Edward Bullmore ejerce como profesor en Rotorua, población predominantemente maorí, que deja una huella en su obra. El arrebatador paisaje neozelandés –y sobre todo la región volcánica del norte– aparece transfigurado en su obra, contrariamente a la nula inspiración que ejerció sobre él la urbe londinense.
Obras y series especialmente intensas de Edward Bullmore son Tortured time, Astroforms, Hikurangi, Torso into fuselage, Icons y Mamaku. Le es peculiar el uso de materiales encontrados y de objetos, con curiosas esculturas ready mades y “shaped paintings”. Esta es una de sus portátiles “astroforms”:

Astroform 8 (c. 1966)

Para saber más de Edward Bullmore hay un librito muy útil de Penelope Jackson: A Surrealist Odyssey, publicado en 2008 por la Tauranga Art Gallery.

Icon 4 (1975)

lunes, 17 de junio de 2013

Robert Green: aventuras en la tierra de los mayas

La semblanza que dediqué a Robert Green en Caleidoscopio surrealista está actualizada así, con vistas a la edición segunda (y última) de dicho libro, que proyecta su aparición para el otoño de 2015:
“Poeta, ensayista, pintor y soberbio escultor, cofundador del grupo de Chicago. En 1976, el n. 3 de Arsenal nos informa que ha estado encarcelado en México, publicando «Deliciosa navegación», reflexiones firmadas en la penitenciaria de Cerro Hueco, Chiapas. Dos años después es él quien hace el «Dominio de Faustroll» para la exposición «Marvelous Freedom/Vigilance of Desire», que le debió su estructura laberíntica y en cuyo catálogo hay también un texto suyo sobre el automatismo. De 1978, en The Octopus-Typewriter, es «Against the art racket», a propósito del contubernio arte-capital, y de 1980, en Surrealism and its popular accomplices, un breve pero esencial texto sobre la «escultura espontánea», donde expone bellamente el punto de vista surrealista sobre la escultura. En 1983, su exposición en la galería Platybus de Evenston llevó el catálogo «Surrealism now and forever!», y al año siguiente se publicó, en las Surrealist Editions, un libro suyo con dibujos y siete poemas: Seditious mandibles. Su mejor texto tal vez sea «Por la inmediata destrucción de los rascacielos: Notas sobre la arquitectura moderna» (Arsenal, n. 4, 1989), en que sueña con un mundo «sin arquitectos, sin agentes inmobiliarios, sin banqueros, sin contratistas, sin abogados y sin compañías de seguro»; en el mismo número, unas frases suyas acompañan una serie de collages de Debra Taub y Edouard Jaguer lo aborda en tanto «surrealista americano». En 1992 firmaba el panfleto contra la celebración del «descubrimiento» de América, y en 2013 aparecía Unscripted journeys, donde narra sus aventuras de los años 70 por la tierra de los mayas.”
Unscripted journeys es la obra que nos ocupa, ya que ha salido hace un par de meses, como libro electrónico. A lo largo de unas 80 páginas, orquestadas en 18 capítulos,  Robert Green relata una serie de viajes “improvisados” (que es como a él le gustan los viajes), por México, Honduras y Guatemala.
El libro lleva, aparte un mapa de las zonas transitadas, varias ilustraciones, con la reproducción de cuatro óleos, dos dibujos y una escultura, más una serie de fotografías en los capítulos finales, estos no de Robert Green, poco proclive a ir sacando fotos mientras viaja.
Uno de los dibujos es muy interesante, ya que, hecho en un café de Oaxaca, dio origen a un fenómeno de azar objetivo. Robert Green lo refiere en el capítulo segundo.
La parte del león se la lleva la narración del misterioso encarcelamiento mejicano, misterioso porque nunca supo de qué lo acusaron, aunque posteriormente se enterara de que poco antes de su detención, por motivos electorales, Richard Nixon había expulsado de la frontera a los trabajadores rurales mejicanos, en represalia de lo cual debe haber ocurrido el atropello que sufrieron él, su compañera Debra y un pequeño grupo más de “gringos” (sobre Debra Taub, otra de las figuras originarias del grupo Arsenal, hemos hablado aquí mismo al abordar los números 10 y 12 de los Noa-noas de Mário Cesariny). Los primeros cuatro capítulos hablan, entre otras cosas, de los indios zapotecas, y en el quinto es cuando toca a la puerta la policía mejicana, justo el día –marzo de 1974– en que ya se iban ellos para Guatemala. Permanecen dos semanas incomunicados, para luego ser trasladados a la prisión de Cerro Hueco, durando la “aventura” casi un año. Lo que se retrata en ella es el horror estatal, con momentos puramente kafkianos. Horror hay también en un personaje siniestro que fue detenido con ello, un tal John, fanático religioso que se dedicaba a convertir a los indios, y que quería al final seguir en prisión para continuar salvando vidas. Como ya no lo aguantan allí, le agradece a “Dios” por haberlo favorecido, y por ello dice que va a trabajar duro sirviéndole en el lugar de donde venía, San Cristóbal, pero lo mandan a cruzar la frontera, no sin que antes bendiga, con un aire de superioridad moral, a sus desdichados compañeros de encierro. De este enigmático personaje, un típico tarado e hipócrita religioso, sospechan los demás que se ocultaba en San Cristóbal por haberse cargado a su mujer, a la que ya había agredido cuando descubrió que usaba anticonceptivos.
En la cárcel de Cerro Hueco, Robert Green colecciona insectos y hace dibujos, pequeñas pinturas y la escultura que se reproduce en el libro. Se toma la historia de un modo muy filosófico, comparándose a un etnólogo que tuviera que recorrer las incómodas junglas del Brasil. Uno de los detenidos le hace partícipe de un proyecto de fuga, que considera como un “derecho” del prisionero: la obligación de los carceleros, le dice, es que nadie se escape, y por tanto la de los prisioneros es escaparse. ¡Y vaya si esta es no es la lógica que nos gusta!
Mientras, el grupo surrealista de Chicago intercede sin éxito por sus dos amigos encarcelados. La detención y tortura aleccionadora de un fugitivo los disuade de la fuga, pero al fin, pasados ya nueve meses, se les permite la libertad bajo fianza. No tienen dinero, de modo que los intentos por conseguirlo demoran aún más la liberación. Son trasladados a Ciudad de México, donde firman su deportación a condición de que no vuelvan en 10 años al país. Ya en la frontera, la infamia burocrático-autoritaria prosigue con los agentes aduaneros de su propio país.
Evidentemente, pocas o ningunas ganas le deberían quedar a Robert Green de volver a México, pero existe, por suerte, una cosa que se llama fascinación. Esta América central escapaba aún (y apuesto que no escapa ya) a la monotonía civilizadora, a esa uniformización (“monocultura”, es el término que emplea él) en que el mundo se abisma día a día, de modo que he aquí de nuevo a nuestros héroes, al año siguiente, en el Yucatán, con el riesgo de que una detención accidental revele la ilegalidad de su estancia, apareciendo en el capítulo 16 los indios de Chiapas –a cuya célebre revuelta posterior alude el viajero– y las ruinas mayas de Oaxaca.
Un año después se dirigen a ver las ruinas hacía poco descubiertas de Copán, lugar de Honduras, que, por su lejanía, escapaba aún (y apuesto que no escapa ya) a la peste turística. Este capítulo y el siguiente abundan en fotografías, sacadas por Dave, un amigo de Chicago con quien están haciendo el viaje. Allí vestía la gente como cowboys más que como indios, a diferencia de lo que ocurría en Guatemala. En las fotos vemos enormes árboles sobre las pirámides, esculturas, tallas, estelas.
El capítulo final se dedica a las ruinas quiriguas, con la estancia en un lugar paradisiaco del Río Dulce. Se quedan en unas cabañas sobre el agua y visitan las aledañas Seven Sisters, conjunto de siete cascadas en la jungla, donde se había filmado uno de los clásicos de Tarzán de los monos. Quizás a Robert Green le hubiera gustado saber que las Seven Sisters eran también siete hermanas de Nueva Orleans que, a principios del siglo XX, se dedicaban a las artes vudús (y a la venta de licor de contrabando); Funny Papa Smith las cantó en un maravilloso blues de dos caras grabado en 1931, donde refiere cómo una de ellas le dio, sonriendo, este maravilloso consejo: “Go devil and destroy the world”...

R. Green, D. Taub, F. Rosemont, cadáver exquisito, 1984

Gaston Puel (1924-2013)

Gaston Puel, Mis lágrimas..., 2004

El pasado 4 de junio, a los 89 años, falleció el poeta y artista francés Gaston Puel.
En 1946, Gaston Puel ya conecta con André Breton, de quien recibe una carta desde Nueva York. Funda la librería de la Tête d’Or en Albi y traba amistad con Francis Meunier, Hans Bellmer, Jean Brun, Joë Bousquet, René Char.
En 1947, las ediciones de Guy Lévis-Mano publicaron, con un frontispicio de Hans Bellmer, su primer libro de poemas, Paysage nuptial, al que seguirían muchos más hasta los años 90, en distintas editoriales, de Seghers o Sud a pequeños sellos de tirada limitada. Chanson pour l’immobile, de 1957, tuvo un grabado de Max Ernst, y L’oreade, de 1970, varios de Raoul Ubac. Adrien Dax y Hans Arp, entre otros, también ilustrarían libros suyos.
En el número 3 de Néon (1948), Gaston Puel publicó “Le poème: la peau d’un autre rêve”, breve reflexión sobre la poesía, que continúa en el número siguiente con “Les derniers outrages”, escrito en colaboración con Jean-Louis Bédouin; en el quinto y último número, le envió una divertida carta a Raymond Roussel (“chez Mr. Martial Canterel. Locus Solus à Montmorency”) ¡chantajeándolo con su descubrimiento de que Robert Desnos era su hijo natural!, y otra no menos divertida al “constructor” Marcel Duchamp (“4 Square Rrose Sélavy. Paris”) acusando recibo de La mariée, que le ha llegado junto a Las bodas químicas de Christian Rosencreutz.
En 1948, Gaston Puel fue uno de los participantes en la exposición de jóvenes surrealistas “Comme”, organizada por el alquimista-surrealista Maurice Baskine (de todos ellos, solo él sobrevivía). Viaja a París en 1950 y asiste a las reuniones del grupo surrealista, pero no prosigue esta relación, consagrándose a la actividad poética y editorial, con la fundación de La Fenêtre Ardente. Estamos en 1958, y Gaston Puel ya se ha instalado en el campo, concretamente en Veilhes, donde residirá hasta el final de su vida.
En 1991, Gaston Puel evocó sus años surrealistas y su amistad con Breton (Sud, n. 92), y en 2003 el Centre Joë Bousquet et son Temps publicó un precioso catálogo (Gaston Puel en chemin), con muchos documentos y una serie amplia de textos sobre su figura y su obra.

Infosurr, centenario

Infosurr acaba de llegar a su número 100. Este número, de 28 páginas, cubre un semestre, en la difícil empresa de ponerse al día.
El capítulo de defunciones es sin duda demasiado grande, destacando el artículo que Gérard Durozoi dedica a Leonora Carrington y el de Dominique Rabourdin sobre Radovan Ivsic. Más breves son los dedicados al checo Prokop Voskovec y al belga Robert Willems, respectivamente por Richard Walter y Xavier Canonne.
Los vapuleos hacen de Infosurr un boletín alerta y bien vivo. Gérard Durozoi se encarga de la impostura titulada “Herencia del surrealismo”, celebrada hace un par de años en “El mercado de poesía” (sic) de Montreal, con subvención de un banco, el líder de un partido político y varios consejos de arte, pero a ella ya nos referimos en nuestra reseña de Le Bathyscaphe. Por su parte, Dominique Rabourdin ajusta cuentas con el despreciable libro antibreton de Jean-Paul Török, pero también nos hemos referido ya a este largo texto, pues se encuentra disponible en la página arcane-17 y se ha publicado también en el número inicial de los Cahiers Benjamin Péret.
Más moderada es la crítica que hace Laurens Vancrevel al libro sobre Émile Van Moerkerken, ya que aquí son solo unas puntualizaciones a algunos falseamientos de sus editores, que no anulan la importancia de esta obra de Bruno Van Moerkerken y Minke Vos sobre un gran inventor.
Vancrevel reseña también dos publicaciones importantes: Sky*Boat, de Ronnie Burk, que le vale para hacer una interesante semblanza de este poeta y collagista de San Francisco, y And tell tulip the summer, de Allan Graubard, donde los poemas eróticos se codean con una serie de “estelas” dedicadas a conocidos amigos suyos (como Cesariny, Laurence Weisberg, Enrique Molina, Kathleen Fox, Beatriz Hausner) y un seis poemas en prosa inspirados en fotos del gran Clarence John Laughlin.
Jerôme Duwa habla de una exposición de Isabelle Waldberg, Gérard Roche del citado sitio arcane-17 y Dominique Rabourdin (extensamente) del dvd dedicado por Phares a Wifredo Lam.
Por último (aunque, como siempre, haya muchas fichas de publicaciones, algunas de las cuales merecedoras de atención especial), solo apuntaré mi coincidencia absoluta con el breve comentario que Gérard Durozoi hace de una biografía novelada de Antonin Artaud, porque en efecto no puede reducirse a alguien como Artaud solo a lo biográfico. Y recordemos que a Durozoi debemos el magnífico libro Artaud, l’aliénation et la folie, que fue traducido en España el año 1975, y resultó de gran importancia para quienes entonces nos abríamos camino por el vasto y complejo mundo del surrealismo.

Un dossier André Breton

La revista Histoires littéraires, en su n. 53, correspondiente al primer trimestre de 2013, dedica un dossier a André Breton.
Aparte el trabajo de Georges Sebbag (“Aragon y Breton, un proyecto filosófico”), rama de Potence avec paratonnerre, lo más interesante de este dossier es el “Viaje al centro del grupo surrealista” de Jean-Pierre Lassalle y el estudio sobre Breton y Babinski realizado por tres neurólogos.
Jean-Pierre Lassalle, siempre refiriendo anécdotas muy jugosas de un grupo al que perteneció, enumera y comenta los cinco “procedimientos” que a su juicio daban cohesión al grupo: el café, los juegos, las creaciones en común, las declaraciones colectivas y las excursiones, estas últimas pocas para lo que podía haber sido, y en los años 50 y 60 casi que reducidas a la visita al llamado desierto de Retz y a las idas estivales a Saint-Cirq-la-Popie, donde Breton y sus amigos se resarcían de la gran urbe. El apartado tal vez más sugerente es el dedicado a las declaraciones colectivas, ya que Lassalle señala dos escollos no siempre evitados: algunos tracts que con el tiempo nos resultan banales (aunque aquí entran en juego las inevitables discrepancias de juicio) y los textos que le llegaban al grupo desde fuera y a los que se adhería con alguna pérdida de su intransferible visión de las cosas, como es el caso de la “Declaración sobre el derecho a la insumisión” (en la guerra de Argelia), que partió de gente tan inquietante como Sartre y amigos y Marguerite Duras y amigos, “aliados dudosos que odiaban al surrealismo en secreto”, y que en ningún momento denunciaron las atrocidades que por su parte cometía el Frente de Liberación Nacional.
Al final de su artículo, Jean-Pierre Lassalle escribe que, después del 69, el surrealismo “se ha subdividido, casi hasta el infinito, en una multitud de pequeñas gotas, no sin conservar un poder de inseminación planetario que es un misterio y por el que el surrealismo escapa al tiempo, un poco como ocurrió antaño con el romanticismo”.
El otro trabajo de gran interés que incluye este dossier es el dedicado a las relaciones entre Breton y Babinski, gran neurólogo con quien estuvo Breton haciendo prácticas médicas en el año 1917, y famoso por haberle predicho... un gran futuro como médico. Los tres neurólogos que se han encargado de este sólido estudio caracterizan la actitud bretoniana hacia Babinski como hecha de “admiración y distancia”, lo segundo en gran parte porque Babinski reducía la histeria a la sugestión, y lo primero hasta influyendo en la elaboración del automatismo. La sorpresa se produjo cuando Breton descubrió, ya en los años 50, que Babinski, con el seudónimo de Olaff, había intervenido como consejero científico en Les détraqués, la obra de teatro de que se ocupa con fascinación el fundador del surrealismo en Nadja. Babinski incluso asistió al estreno de la obra, disfrazado con una barba postiza...
El resto de los trabajos son los siguientes: Elsa Adamowicz, “El ojo de Breton: entre la máscara y la pluma”; Alain Chevrier, sobre los juegos dialógicos; Christina Rudosky, sobre Melmoth y Uli, los dos perros de Breton, y su relación con su “colección”; Henri Béhar, sobre el interés de Breton por las gacetillas periodísticas y su gusto por los álbumes de recortes; Jean-Claude Blachère, “¿Xenófilo o caníbal?”; Michel Bernard, sobre los nullax, o sea las palabras ausentes en la obra bretoniana, en un trabajo informático que puede tener algún sentido, aunque no el de saber, por ejemplo, que Breton no utiliza nunca la palabra “tía”, seis la palabra “tío” y tres la palabra “sobrino”; y Constance Krebs, sobre el estudio de Breton tal y como es accesible en la página andrebreton.fr, que sin duda, contrariamente a lo que ella afirma, no es el “museo ideal del surrealismo”, sino en todo caso solo el de André Breton.
Buenos trabajos en general, y un dossier, presentado por Henri Béhar, al que no se puede negar la seriedad, sin los tópicos ni tonterías de costumbre.

lunes, 10 de junio de 2013

Nuevas cajas y objetos de Her de Vries

Pequeño monumento para Konrad K.

En 1996, Her de Vries nos sorprendía y maravillaba con la edición, por el Bureau de Recherches Surrálistes, de Boîtes et autres objets, colección de fotos a todo color de 19 cajas y objetos realizados entre 1963 y 1995, y cada foto acompañada de un breve comentario. Lo insólito de la edición era que venía dentro de una caja de cigarros puros, cuyo aroma maravilloso, 17 años después, permanece incólume. Por fuera de la caja, el sello lautreamontiano de Brumes Blondes, el título en el lomo que la convertía en un libro y multitud de sellos que la convertían también en una misiva. Estos sellos eran de la más diversa procedencia, lo que casa muy bien con ese afán de no reconocer fronteras geográficas que ha caracterizado desde su inicio a Her de Vries y a la revista Brumes Blondes, bastión del surrealismo desde hace ya medio siglo.
Boîtes et autres objets llevaba “a manera de prefacio” citas de Paul Nougé, Salvador Dalí, Max Ernst, René Magritte y Marcel Mariën, y en la sucesión de imágenes aparecían referencias a Hans Bellmer, Benjamin Péret, Jose Pierre, Man Ray, René Magritte, Marcel Duchamp y Joseph Cornell.
La continuación de aquella maravilla acaba de lanzarla Her de Vries, de nuevo en el Bureau de Recherches Surréalistes y de nuevo a los aires primaverales, ya que, si la primera fue impresa en junio, esta lo es en mayo. Las fotos las hace ahora Vincent Kranz, como aquellas las hizo Bastiaan van der Velden. Los ejemplares eran 30 y ahora son 25, lo que me convierte una vez más en lo que suele llamarse un elegido de los dioses. No viene en una caja de puros, pero tan asociadas tengo las imágenes de Her de Vries al aroma de los habanos, que ya me he agenciado una caja de Condal para albergarlos, faltándome forrarla interiormente, como la otra, con un cielo estrellado, que por cierto es uno de los fondos de algunas de las nuevas construcciones de Her de Vries, como las tituladas “El último año” y “El día 31 del mes de agosto”.

Viaje en las tinieblas

Las cajas y objetos son ahora 36, y van de 1995 a 2011. Pese a mantenerse la designación de Boîtes et autres objets, pasa a haber un título general, tomado de una de las cajas: Regardez attentivament. En las citas “a modo de prefacio” se suceden, hablando de los objetos, los nombres de André Breton, Gabrielle Buffet-Picabia, Juan Eduardo Cirlot, Salvador Dalí, Joan Miró, Man Ray y Philippe Soupault, y hablando de los títulos, René Magritte y Octave Uzanne –la cita de Magritte, maestro consumado en la materia, es bien conocida: “El título poético no tiene nada que enseñarnos, pero debe sorprendernos y encantarnos”, mientras que la de Octave Uzanne llama la atención por su fecha, 1878: “¡Encontrar un buen título! He ahí el gran problema, el gran arte de todos los tiempos y de todos los pueblos”. Los nombres inspiradores de cajas y objetos son de nuevo Man Ray y Joseph Cornell, más Meret Oppenheim (el objeto que reproducíamos hace unos días), Konrad Klapheck, Luis Buñuel, André Breton, Hans Arp, Jean-Louis Bédouin, Nadja y Georges Henein.
Regardez attentivement está dedicado “a los optimistas incurables”, como el caballero que combate con la muerte en el dibujo que antecede a la “justificación”. Un humor muy duchampiano recorre muchas de estas creaciones regidas por el azar, donde abundan los textos recortados, los desnudos femeninos, los collares, los boliches, los sellos, los mapas, las ilustraciones de manuales médicos... Como en toda obra verdaderamente surrealista, la ausencia de pretensiones va unida a la riqueza poética e imaginativa.
En 2010, Her de Vries publicó dos libros claves sobre Nadja: el de sus cartas a Breton y el de sus dibujos. En la misma fecha hizo esta caja de homenaje a la gran heroína del surrealismo, que ha titulado Un alma errante:


Los objetos de Her de Vries serán expuestos este verano en una galería de arte de la provincia marina de Zelandia, y llevarán un catálogo con texto de Laurens Vancrevel.

El surrealismo, en Cádiz

Donde quiera que esté un surrealista, allí está el surrealismo. Recibimos con mucho agrado la noticia de que Bruno Jacobs se ha trasladado a vivir a la ciudad de Cádiz, cuyos barrios marineros, por su pujanza popular, quizás hayan resistido algo a la depredación y adulteración del capital, especialmente feroz en las tres últimas décadas. Yo recuerdo esa Cádiz (la burguesa y “moderna” ni la pisé), de blancos cegadores y un mar calmo, muy cálidamente, cuando paraba allí el barco de Las Palmas-Barcelona y luego como punto de paso hacia la frontera portuguesa. Cádiz ha sido, además, siempre, una ciudad abierta, de saludables costumbres.
Lo primero que ha hecho Bruno Jacobs es abrir una galería de arte surrealista... en el sentido absoluto de la palabra, ya que se trata de un espacio callejero, con sabor a barrios de las afueras, donde coloca algunas creaciones del surrealismo. Es la Galería 13 (número de un rincón de la calle Barrocal), que sin duda nadie encontrará jamás en las guías artísticas.
Una de las exposiciones ha constado de una sola obra: un dibujo grande de Michael Vandelaar, titulado “Correspondencias naturales” (¡con las ramas secas que se ven detrás!), colocado sobre una verja.


La otra es más amplia: cuatro fotos de espuma marina, por Bill Howe, Tony Convey, Vandelaar y el propio Jacobs. El título de esta exposición, sin duda más interesante que la de Salvador Dalí en el museo monárquico madrileño, lleva por título “La poética de la espuma”, y se apoya en una cita de Kandinsky: “Todo lo que está muerto tiembla. No solo las cosas de la poesía, las estrellas, la luna, madera, las flores, sino incluso un botón de pantalón blanco brillante en un charco en la calle... Todo tiene un alma secreta que se calla más a menudo que habla”.


Estas exposiciones han durado cosa de un mes. En una foto del público, vemos asistiendo a la segunda de ellas a dos obreros que vienen de encalar una casa. Y en verdad: por primera vez en mi vida he deseado exponer algunas de mis fotos portuguesas, que ya quisieron mostrar el Tea y la Fundación Cupertino de Miranda, sin que ello despertara en mí especial interés. ¡La Galería 13 es mi galería!

Breves


En Toulouse la actividad poética es incesante: dos nuevos cuadernos del umbo, nada menos que por Guy Cabanel, Georges-Henri Morin y Jacques Abeille, el anuncio de un inminente l’impromptu y el de un “suspiro del umbo” titulado Soapbox, en su primera irrupción. Todo, para un mes de junio muy prometedor.
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Carlos Barbarito ha inaugurado un blog que recoge (en textos breves e imágenes) visitas a talleres de artistas argentinos. El primero de ellos es Victor Chab, figura central del surrealismo argentino.
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El boletín que todas las semanas edita Mélusine, y que coordina Eddie Breuil (o coordinaba, ya que esta semana ha cambiado de manos), resultó especialmente rico en su semana 23 de este año.
Por él nos enteramos de la publicación en la revista Europe de un inteligente artículo de Henri Béhar: “Isidore Ducasse lector de Charles Fourier: el método del apartamiento absoluto”. Puede consultarse en la siguiente dirección:
También, de una exposición en la fundación Beleyer de Bâle, que se titula “¿Por qué el surrealista Max Ernst es subestimado?”, título que a mí me extraña, porque no me parece que Max Ernst, un artista consagrado, pueda sugerir esa pregunta.
También, para los amantes de la epistolografía, la publicación, en las ediciones Joseph K, de la correspondencia entre Michel Leiris y Jacques Baron, de 1925 a 1973, llena de alusiones a los nombres del surrealismo.
Una conferencia sobre el maestro Alphonse Allais (“L’allégresse sans graise d’Alphonse Allais”), abundante en referencias al texto clásico de Breton en su Antología del humor negro, es brindada por su autor, de quien se da generosamente el correo, para los pedidos oportunos:
Por último, se reproducen varios de los muy sintéticos “epitafios” que Arturo Schwarz ha dedicado a las figuras del surrealismo y a sus grandes inspiradores (Artaud, Breton, Desnos, Péret, Lautréamont, Kafka, Tanguy, Vaché, Apollinaire, Césaire, Duchamp, Fourier, Rimbaud, etc.), en el “Pequeño abecedario laico” de su reciente libro Mattino dolce interminabile  è il suo corpo.
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He aquí dos retratos dobles de Zuca Sardan. He hecho una composición, porque si no el espectador, a no ser que sepa yoga, tendría complicada la doble visión.

lunes, 3 de junio de 2013

Dos nuevos juegos poéticos de Guy Girard


Ya son siete las diminutas pero muy sustanciales autoediciones que Guy Girard ha sacado en Saint-Ouen: Trois poèmes coréens, Tarzan est un autre, Abrégé d´histoire universelle vu en rêve, Ode à une théière apocalyptique, Manuel de zoologie onirique, André Breton en Chine y ahora Pierre des nautiles.
Pierre des nautiles, al igual que el recentísimo André Breton en Chine, es una publicación que incita a un nuevo juego de la imaginación. Guy Girard comienza por defender la imagen poética, “todas las imágenes que trastornan el entendimiento común”, para luego atacar a espuela viva la poesía minimalista, que es la que cultivan gran parte de los poetas para quienes la imaginación es una facultad que no existe porque no la tienen, o que, si la tienen, ascéticamente la reprimen. Dicho por Guy Girard: “Las búsquedas minimalistas en el dominio de la expresión poética escrita no son más que la traducción de un febril temor ante los recursos de la imaginación lírica. Desde hace algunas décadas, infinidad de hombres de letras que se llaman poetas han trabajado por imponer esa negación de la invención poética, que consiste en reducir el aliento verbal dentro de una marmita esencialista al fondo de la cual no quedan, sin sorpresa alguna, más que lugares comunes y frases hechas”. En el consecuente reino del “espíritu de seriedad”, lo que se aborta es “un lirismo privado de revuelta y de pasiones incontrolables”.
Pero Guy Girard ha encontrado un medio de divertirse con todas esas “maceraciones minimalistas, risible miseria en medio de la asfixiante miseria mental de este tiempo”. Consiste en añadir, a cada verso de unos de esos poemas minimalistas de seudopoetas que todos conocemos (y yo ya tengo algunos en mente), unas cuantas palabras que permitan no perder la conexión sintáctica con el siguiente famélico verso. El poema se ve así “completado”, pudiéndose metamorfosearse “su pretenciosa vacuidad” en “ese camino hacia el exceso que sigue la aventura lírica”.
El bombo de la fiesta no ha sido otro que Pierre Dhainaut (y de ahí lo de Pierre des nautiles), un personaje lamentable de quien ya dio buena cuenta Edouard Jaguer en el n. 17 de Infosurr, con palabras que me sirvieron para trazarle la semblanza en Caleidoscopio surrealista, a cuya segunda edición tendré que añadir bibliográficamente esta hilarante reseña de Guy Girard. El poema que elige, “Ninguna huella”, en efecto de una vacuidad y pretenciosidad insoportables, se ve corregido y mejorado en el sentido del humor y de la imaginación. Por ejemplo en estos tres versos: “L’espace / à l’interieur des fruits / comme autour d’un poème”, que pasan a ser: “L’espace s’est encore plié et replié / à l’interieur des fruits que cuillent les yeux sauvages / comme autour d’un poème. L’unique poème de ton cul”. O en los que cierran el poema: “La nuit, / tu ne t’effaces pas, / tu consens à l’air libre”, que dan ahora: “La nuit, ce n’est pas la nuit mais l’inouï de l’amour, / tu ne t’effaces pas, tu n’effaces que ce poème inutile, / tu consens à l’air libre. Libre et plus libre que toi-même”.
En una segunda parte de este cuaderno, Guy Girard coge otro texto de Pierre Dhainaut, compuesto de chorradas pedantescas, y le da una tunda similar, aunque ahora valiéndose del método ducassiano. La única pena es no tener aquí a mano el original, que se titula “Lignes vocales”, como su correspondiente... “Vignes locales”.
¡Y muchas gracias a Guy Girard, por habernos hecho saber que esa montaña amormante de poemas “minimalistas” al menos tiene una utilidad!
*
Simultáneamente, Guy Girard ha procedido a un juego de interacción entre imagen y texto, pero esta vez en tándem, con Claude-Lucien Cauët. El resultado es Les cerises, le soleil et l’escargot. Guy Girard, ahora en su faceta plástica, realiza un dibujo inicial (tan solo un caracol de cabeza solar sobre un dado, a un lado de la página), que inspira un texto a Claude-Lucien Cauët, a partir del cual Guy Girard completa su dibujo, y así sucesivamente. Como señala la nota de presentación, “contrariamente a otros juegos surrealistas, el azar solo interviene, eventualmente, en las producciones de cada uno, y no en su encuentro, que está por completo decidido”. Este “juego de influencias”, que evita, por supuesto, tanto que el texto comente el dibujo como que el dibujo ilustre el texto, lo retrotrae Claude-Lucien Cauët al arte de las cavernas.
Lo que podemos ver aquí es el proceso del dibujo realizado, en su estilo inimitable, por Guy Girard, en un proceso de recargamiento que, lógicamente, no se da en los seis correspondientes textos, muy interesantes también y llenos de motivos y temas muy característicos del surrealismo:

Centenario de Meret Oppenheim


Este objeto de Her de Vries fue realizado en 1996, pero nos vale para recordar a Meret Oppenheim en su centenario.
De la propia Meret elegimos este otro objeto, cuyos materiales son una copa de cerveza, gomaespuma y –tan asociado a ella– piel. Se trata de una “joven ardilla”, a la que dio vida esta excepcional inventora: