miércoles, 27 de junio de 2012

Las “Iluminaciones”, vistas por Svanberg

No, por desgracia no se trata de una reedición del bellísimo libro aparecido en Malmoe en 1957, y que era la primera traducción sueca de esos poemas de Rimbaud. Es tan solo una evocación que hacemos con motivo del centenario del artista.
En su espléndida obra Max Walter Svanberg et le règne féminin, Jose Pierre le dedica un capítulo a este encuentro Svanberg-Iluminaciones, que produjo “uno de los más bellos libros de nuestro tiempo”. Tras señalar que “la tentativa de entrar en comunión con la inspiración del poeta se distingue a la vez por su fervor y su libertad”, Jose Pierre indaga las tenues relaciones entre algunas de las imágenes de Svanberg y los poemas rimbaldianos correspondientes, pero solo reproduce cinco de aquellas, y en color solo “Infancia”, con que encabezamos esta nota.
De “Infancia” retiene Svanberg “el enjambre de hojas de oro” que “rodea la casa del general”: “El enjambre de hojas de oro rodea la casa del general. Están en el sur. –Se sigue la ruta roja hasta llegar al albergue vacío. El castillo está en venta; las persianas desatadas. –El cura se habrá llevado las llaves de la iglesia. –Alrededor del parque, las casetas de los guardianes están deshabitadas. Las vallas son tan altas que solo se ven las cimas murmuradoras. De todas maneras, dentro no hay nada que ver”. Svanberg muestra que dentro sí había algo que ver, y eso que nada sabemos de lo que contienen los tres cajones de la pequeña cómoda, bajo la que se apoya el sable del general. En cuanto a las criaturas de sedosos encajes y medias estrelladas –tan svanbergianas–, Jose Pierre se pregunta si serán “la muchacha con labios de naranja”, “las damas que revolotean en las terrazas cercanas al mar” o “las jóvenes madres y hermanas mayores con las miradas llenas de peregrinaciones, sultanas, princesas de andar y de vestir tiránicos”. O más bien las “«bestias de elegancia fabulosa» cuya presencia enigmática conviene a estas imágenes desesperadas en que la lejana infancia se defiende contra la muerte y el olvido”. Lo cierto es que estas dos figuras reaparecerían en el Homenaje a Rimbaud, una a cada lado de ese bello tapiz que el artista hizo en 1971.


Esta es la imagen que acompaña a “Bárbaro”, otra de las grandes “iluminaciones”, verdadero festín de asociaciones imaginarias, cuyo inicio es inolvidable: “Mucho después de los días y las estaciones, y de los seres y los países. La bandera de carne sangrienta sobre la seda de los mares y de las flores (que no existen)”.
A partir del poema de Rimbaud, Aimé Césaire había escrito el poema homónimo, publicado en Soleil cou coupé (1948). Luego, Mohammed Khaïr-Eddine partirá del poema de Césaire para un tercer “Bárbaro”, incluido en Soleil arachnide (1969). Y es que, como ya habían dicho los surrealistas en 1925, “somos sin lugar a dudas bárbaros, puesto que una cierta forma de civilización nos asquea” (“La Révolution d’abord et toujours!”, La Révolution Surréaliste).