lunes, 6 de febrero de 2012

La aventura plástica de Renzo Margonari


Si el surrealismo en Italia no abunda en nombres plenamente surrealistas, hay unos cuantos que son de primer rango: Arturo Schwarz, Fabio de Sanctis, Enrico Baj, Sergio Dangelo, Renzo Margonari.
Renzo Margonari nació en Mantua en 1937, de padres anarcosindicalistas. Definiéndose como “surrealista por naturaleza”, referirá cómo aprendió a dibujar antes que leer, y el carácter de trance que el dibujo ha tenido para él.
En un tiempo marcado en Italia por los espacialistas y por el movimiento nuclear, no ajenos al surrealismo, Margonari se adhiere al surrealismo en 1958. Inicia una obra de una gran frescura creativa, que se ha aproximado a veces a la de Magritte, pero de modo a nuestro juicio excesivo, si no erróneo, ya que el arte de Margonari solo se parece a sí mismo, es extremamente original, y ajeno por completo a las fórmulas, a las modas y a las exigencias mercantiles. Un arte, como dice Lucio Pozzi, “acrónico”, y de una gran consistencia, sin momentos de depresión ni de extravío a la deriva. Sus pinturas llevan siempre el sello de la sorpresa y de la revelación que concede la confianza en el automatismo, a veces con una ambigüedad y un humor característicos. El dragón de Margonari, presente en tantos de sus cuadros, sufre bellas metamorfosis, siendo este fenómeno una de las claves de su pintura.
Pero Renzo Margonari ha sido también escultor, grabador, ceramista, cineasta, fotógrafo, ha trabajado las joyas, las piedras, el vidrio, y es un notable crítico de arte, siempre atento a las más valiosas apariciones plásticas. En todo ello se advierte, como dijo Patrick Waldberg de él, “la búsqueda de lo esencial”.
Celebramos a Renzo Margonari no solo por tratarse de un gran artista, sino por haber siempre afirmado su surrealismo, a diferencia de otros que beben en el surrealismo y luego se dedican a señalar su independencia cuando no su repudio. En 2008 se publicó en Mantua un gran catálogo suyo titulado Renzo Margonari. Mezzo secolo di surrealismo, cuyo título lo dice todo. Extraña pues su ausencia en muchos libros del surrealismo, exceptuado el Dictionnaire général du surréalisme et de ses environs, y gracias a Edouard Jaguer, en cuyo movimiento Phases el artista está presente desde 1968.
Renzo Margonari ha homenajeado en sus cuadros a Max Ernst, a Gustav Klimt y a sus compatriotas Alberto Martini y Alberto Savinio. Yo no conocía estos dos últimos homenajes, de 1986 y 1959 respectivamente, ya que hubiera incluido estos datos en las entradas correspondientes de Caleidoscopio surrealista.
Arturo Schwarz, Carlo Micheli, Mirella Bandini, Marialivia Brunelli y Mauro Corradini han dedicado buenas páginas a la pintura de este “argonauta de lo imaginario”, de quien dijo en una ocasión Jose Pierre: “Inclínate sobre los lienzos de Renzo Margonari y sabrás qué te habita y quién eres”.
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Ha habido muy pocos barómetros del surrealismo como la revista holandesa Brumes Blondes dada la presencia en ella de infinidad de surrealistas de todos los países, a lo largo de nada menos que medio siglo. Renzo Margonari realizó la portada del número 7 de la segunda serie, a caballo de 1975 y 1976:


Y aún en la última serie, muy reciente, colabora con textos y dibujos. En el número 5, de 2009, respondía a la encuesta del azar objetivo, y de su respuesta traducimos este párrafo, que hubiera hecho las delicias de Franklin Rosemont:
“Una tarde del año pasado, he recibido una llamada a mi teléfono móvil de una artista italoamericana residente en Nueva York, que iba a publicar una monografía sobre su arte. Me decía si podría autorizar la publicación de un texto que yo había escrito sobre ella una veintena de años antes. Sorprendido, le agradecí su cortesía, pero, como ni mi número de teléfono fijo ni el del móvil figuran en la guía, le pregunté que cómo había encontrado este. «Si le digo la verdad, amigo mío, he comenzado por componer al azar un número cualquiera de Mantua, y le he pedido a la persona desconocida que me diera su número... Y he tenido suerte, pues esa persona me ha dado su número de móvil». Por un feliz azar, ella había compuesto el número de alguien a quien yo había conocido el día anterior, pero con quien nunca me había encontrado antes. Al punto, recordé que esa dama era una pariente cercana de la célebre médium Eusapia Palladino...”
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Traducimos, por último (del italiano, por lo que espero no haya fallos significativos) estos “Primeros auxilios” de Renzo Margonari, que es como él titula esta “Guía en cinco puntos para (no) leer mis pinturas”. Pero asistamos antes a “La salida del último dragón”, en 2006, como al principio de esta nota nos revelaba “La invención de la noche” (1989):


Perenne nomadismo: la «revolución permanente» invocada por el Surrealismo invita a considerar que la trayectoria expresiva de un artista procede paralelamente a la existencial. Lo que acaba de suceder condiciona diversamente nuestros sentidos, que se adecuan a cada mínimo apremio (nada está previsto). La certeza es ser diferentes a como éramos un momento antes. El riesgo es interpretar de manera errada el nuevo estado que nos aporta el último momento, consolándonos con la convicción de que nada sea más creativo que el error.
Invención (etimológicamente: descubrimiento, constatación): cada obra modifica la realidad, ya que, antes de ser llevada a cabo, no formaba parte de ella. La verdadera «realidad» es entonces modificada por el artista, mientras que lo «real» comúnmente entendido es simplemente una convención conceptual que no nos concierne, perteneciendo al momento ya visto. La obra se hace presente solo en el instante en que resulta percibida y cada vez que ello acontece nuevamente.
Libertad: prioridad absoluta a la absoluta libertad. Es preciso ser libre sobre todo de uno mismo. En pintura lo «verdadero» y lo «fingido» tienen la misma madre, y por tanto pueden convivir en la misma imagen libremente.
Deseo: el deseo es la inteligencia que impulsa al artista a ser diferente de sí mismo convirtiéndose en lo que es, mientras ocurre la pintura, el instante de la sensación, del sonido, del sabor, del sentido inscrito en la palabra, del humor o de su causa, participando con la mente en el propio cuerpo, con cada átomo del propio cuerpo.
Enigma: cada expresión de arte puede ser entendida al contrario de su lógica: sin esta bivalencia no hay arte. Cada obra es una adivinanza sin solución, pero solución de una adivinanza. Esa es la solución”.