lunes, 30 de enero de 2012

Jan Svankmajer: “Para ver, cierra los ojos”


Jan Svankmajer, quien, tras muchos años de ser conocido principalmente por sus amigos surrealistas, es hoy una figura de culto, ha tenido, curiosamente, una gran fortuna en España. En 1991, la semana de cine de Valladolid lo homenajeó, publicando una excelente revista, donde no faltaban textos del cineasta. En 1999, la revista surrealista madrileña Salamandra le dedicó un magnífico dossier. Y en 2010 apareció el volumen Jan Svankmajer. La magia de la subversión, cooordinado por Gregorio Martín Gutiérrez, con artículos de gran interés.
Ahora, Pepitas de Calabaza nos brinda un volumen de 200 páginas, ricamente ilustrado, donde Svankmajer habla y escribe, dando toda una lección acerca de la suma vitalidad del surrealismo en las últimas décadas y hasta hoy mismo. Su extremo vigor y su lucidez hacen que este libro sea de lectura muy recomendable para todos los que aún no se han enterado de lo que es el surrealismo (dejemos de lado a los que no desean enterarse).
Se abre el volumen con una presentación de Jesús Palacios, quien, además, en el citado La magia de la subversión, se ha ocupado de lo gótico en sus películas. Su trabajo es una óptima introducción a la obra de Svankmajer, pero la edición no dice que se trata de una actualización del que publicó en Salamandra (y luego en 2000 maniacos). Autoridad en temas cinematográficos, Jesús Palacios contextualiza óptimamente las películas svankmajerianas y sabe además lo que es el surrealismo, aunque no lo sigamos cuando dice que Svankmajer comparte “cierta heterodoxia surrealista” con Topor, Giger, Clovis Trouille y Leonor Fini. Del mismo modo que no hay ortodoxia surrealista, no hay heterodoxia. Alguien se siente bien en el surrealismo –como Svankmajer– o no. A la delicada Leonor Fini no le vemos relación alguna con Svankmajer, Topor abominaba del surrealismo, Giger es ajeno al surrealismo y Clovis Trouille fue siempre un amigo del surrealismo. No hay paradigma alguno entre ellos.
Si Jesús Palacios introduce espléndidamente la obra completa de Svankmajer, nada mejor que continuar con la extensa entrevista que Peter Hames (uno de sus principales estudiosos) le hizo al artista en 1995, y que va además seguida de otra del mismo Hames a propósito de Sileni, en 2006. Svankmajer muestra la lucidez y el vigor señalados, y sus respuestas son admirables y jugosas. Lástima tan solo que se deje llevar por la oposición escolar entre el surrealismo checo y el “francés” (léase parisino), ya que estas oposiciones, aparte su carácter generalizador siempre reductor, tienden a presentar a los grupos como monolíticos, cosa que no han sido nunca. Del mismo modo, es absurdo hablar del “surrealismo lírico” de Breton, autor de la Antología del humor negro, y querer oponerle, como más cercano a los checos, a Péret, autor de Yo sublimo y de la Antología del amor sublime, y no digamos pretender desvalorizar el lirismo porque los tiempos serían peores después de la II Carnicería Mundial y la bomba atómica que en los años 20 ó 30, como si el surrealismo no se hubiera criado, y de muy cerca, en la I de esas carnicerías.
Los textos seleccionados son de uniforme calidad, haciéndonos ansiar la recopilación completa de los escritos de Svankmajer. El surrealismo checo, de una riqueza pasmosa, sigue siendo un gran desconocido. Al menos debiera haber, en francés, un volumen que diera cuenta amplia de sus incontables creaciones escritas y plásticas y de sus textos de afirmación y combate, como decía Cesariny. Solo de la aventura surrealista checa en los años 20, 30 y 40 tenemos un conocimiento aceptable, lo que es muy de lamentar.
La antología Svankmajer se abre como debe abrirse: con su bello decálogo, en que pasa revista a sus grandes motivos, hablándonos de la poesía, las obsesiones, los objetos, los sueños, el tacto, la imaginación, la ambigüedad, la libertad, la improvisación... Siguen varios textos sobre una materia en la que Svankmajer es el gran maestro: el tactilismo, pero el panorama se hace más rico cuando se añaden textos sobre los dibujos mediúmnicos, el collage-novela, los objetos, las máscaras y marionetas... Estas últimas nos señalan la cercanía de Svankmajer (y de tanto surrealismo, en una relación que está por explorar) al arte popular, como tampoco debe descuidarse su relación profunda con la alquimia o la relevancia que concede a la infancia y a la mistificación, puntos no abordados en el decálogo.
Algunos textos, como “Experimentación táctil”, ya eran conocidos en castellano, no señalándose tampoco que el último, sobre las máquinas masturbadoras (de un sarcasmo fantástico), procede de La civilisation surréaliste, una de las grandes obras colectivas del surrealismo, publicada en 1976, cuando el grupo de París y el de Praga trabajaban muy estrechamente. Al final hay un ensayo de František Dryje sobre el cineasta, publicado en 1994.
Es este un volumen capital, que todo amante del surrealismo debe conocer y atesorar. En la nota que hoy mismo dedicamos a Alena Nádvorníková nombramos también la caja con todos los cortometrajes de Svankmajer más un tercer disco documental. Ello, unido a la facilidad de obtención de sus largometrajes, significa que Svankmajer ya está al alcance de todos los deseantes de la poesía, y que, con sus películas delante, para ver no hay que cerrar los ojos, sino que basta con abrirlos.